lunes, 14 de febrero de 2022

De tiempo y espacio

  

Aunque a veces tanteo aún

el alarido agazapado en un puño,

aunque a veces reconozco

durante nuestras noches de insomnio

a qué surcos les es propia la ojera,

tú, frágil como la carne ante el cuchillo,

has desmigado espinos

hasta bautizarlos en harina.

Y ahora que ofrezco mis brazos y te acercas,

y un cántaro de luz

me recuerda que todo presentimiento es creíble,

se yergue la llama en tu pedestal,

te vacías sobre mi cuerpo,

hay aplomo en tu nervio;

el hombre es algo más

que un colgajo vertebrado,

          dices.

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