lunes, 25 de septiembre de 2017

Abril

El aullido del lobo
                                    y el cordero que bala.

Abril tiene aún escarcha en los pechos,
abril es una cueva de flores empapadas.

Si arañas el cristal, dibujarás imperios
con sus brunas banderas.
                                             Pero hay faros que iluminan naufragios.

Quizás al susurrarte
                                            toda corteza busca
                                           acariciar la madera desnuda

decidas entreabrir la ventana buscando
el frío bajo cicatrices negras.

Y acaso también cantes
                                           toda madera encuentra
                                          el pan en cada astilla.

Entonces, solo entonces, abril se fundiría
en una formidable pavesa plateada.

Y en el beso cabría
                                         oleajes de incendios.

Y el balido del lobo

                                   y el cordero que aúlla.

Harmodio y Aristogitón

Eres joven y audaz, amado Harmodio.
Kalós kagathós.
Temo acariciarte por si despiertas,
porque quiero contemplarte así.
El líquido cobrizo
de la luna ateniense
se ha derramado por todo tu cuerpo.
Qué belleza terrible
la de tus cejas como robledales,
la de tus labios y tu pecho,
la de las alas que Nike
despliega poderosamente
sobre tu cinturón de Adonis.

Mañana mataremos al tirano
y el mirto se tiznará de sangre.
Mañana seremos libres, Harmodio.
Cantaremos poemas embriagados
y bailaremos al son de la lira.

Pero si los dioses,
dementes caprichosos,
me arrastran hasta el Hades,
si me impiden admirar,
como admiro esta noche,
la luz de hecatombeón sobre tus muslos,
yo te esperaré, querido Harmodio,
en la isla de los Bienaventurados,
y seguiré cantando
Jamás hubo hombre alguno en Atenas... 


El peluquero del pueblo

            ¿Sabía usted que la peluquería de mi padre fue el primer establecimiento del pueblo? Sí señor, antes que los bares y el ultramar...