lunes, 31 de diciembre de 2018

Feliz año nuevo

Han pasado trescientos sesenta y cinco días
como apisonadoras, 
como cuentas de un rosario que empiezan
a oler ya a cerrado.
Nos han adelantado las mismas estaciones
(a nosotros, herederos de Heráclito).
Hay esquirlas de sol y lluvia en nuestros ojos.
¿Recordáis vuestras metas?
Esperan en una caja del sótano,
probad a llevarlas a la buhardilla.

Para algunos habrá sido un buen año,
para otros no tanto.
Y a riesgo de que el poema resulte
un cuadro coelhiano,
reconoced que la felicidad
—el hipo previo al susto—
os ha rozado al menos un instante.
También habréis llorado de frustración, de rabia.

Pero a pesar de todo
estoy vivo y escribo,
estáis vivos y perseguís palabras
(o sueños o utopías) que corren como ardillas.
Nos esperan trescientos sesenta y cinco días
tocados con el hormigueo dulce
de lo recién nacido.
Para encontrar asíntotas tangentes
y ventanas abiertas. Y estaciones
pasajeras y piedras afiladas.

Estamos aquí y estamos ahora.
Celebrémoslo.
                                    Feliz año nuevo.

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