Que tu recuerdo flote
como un pellizco acuoso
manchado por neblina
o el regusto de la leche cortada.
Que al nombrarte resuenen
ecos presos en cuevas antiquísimas
y solo me llegue un ligero olor
a madera quemada.
Que al tropezarme contigo en la calle
mi paso se convierta en herradura
y deseche tu huella como quien sacrifica
predicciones de estelas.
Que me resulte ajena la materia
con que tus brazos construían cimas.
Porque quiero que seas
el granizo que cesa,
el parpadeo después de un destello,
aquel incidente sin importancia
sobre el que echar un velo.
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