Te esperaré en el río
sentado en nuestra piedra
salmodiando los himnos de los grillos.
Otros perros vendrán para invitarte
a retozar a la sombra del fresno.
Husmearán tu estela,
te buscarán pensando que te ocultas
y que juegas, travieso, al escondite.
Se acercarán de nuevo,
olisquearán mi mano interrogándome,
y, ante el extenso peso
del silencio y la ausencia,
te esperarán también
sentados en tu piedra.
Hay grietas en la tarde que se rompen.
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