Si yo quiero olvidarte, pero te reconozco
en todas las espaldas,
(El insomnio es un péndulo).
en los pensamientos de los que esperan
a que el semáforo se ponga rojo.
En gestos cotidianos como buscar las llaves,
como comprar el pan
o dar los buenos días.
(Ya ha pasado el camión de la basura).
Te intuyo en los reflejos de los escaparates,
en las ramas de otoño,
latentes y terrosas como brazos dorados.
Y me inunda, me inunda tu saliva,
y tu aliento me envuelve
tras las bocas sin contorno del metro.
(Suena un teléfono. Nadie responde).
En la cara de todas las monedas;
en los cortes de pelo en degradado.
Te sientas a mi lado
cuando escribo y ablandas mis zapatos
cansados a la vuelta
de cada esquina; eres la dureza
que se aferra a mis pies
para evitar que les salgan ampollas.
(Huele a ropa tendida,
a café y a tabaco;
debe de ser la vecina del quinto).
Pero quiero olvidarte,
encontrarme de nuevo
y rescatarme bajo la metralla.
Preguntar si me duele
algún hueso y negar con la cabeza
a pesar de las lágrimas.
Abrazarme con mimo y más sereno
convencerme otra vez
de que intento olvidarte
aunque te reconozca
en todas las espaldas.
(Se desangra una ambulancia a lo lejos.
Solloza un bebé. Son casi las cinco).
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