viernes, 10 de agosto de 2018

Promesas de verano

Nos prometimos el oro y el moro
una calurosa noche de agosto.

A horcajadas, la luna apuntillaba
persianas en tu espalda,
y yo observaba mi futuro en tus pupilas
negrísimas, por cierto—.

Sudábamos.

La felicidad era en ese momento
una brizna de aire fresco en la nuca.
                      
                       Viajaremos a Volubilis.
                       Nuestro perro se llamará Lucas.
                       Te recitaré un poema cada tarde.

Nos habíamos duchado después
de haber hecho el amor
y charlábamos los dos boca arriba,
con una mano apolillando el vientre
y la otra descansando en la almohada.

Sonreíamos.

Besábamos nuestras máscaras,
acariciábamos kilómetros de acero.

                       Quemaremos el otoño en Canadá.
                       Compraremos una casita en el campo.
                       Prepararé yo siempre el desayuno.

Dándonos la espalda nos deseamos
—las buenas noches—.


Habíamos bebido demasiado.

2 comentarios:

  1. Hermosa agridulzura la que desprende el poema.

    Un abrazo.

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  2. Muchas gracias por leerme y por dejar el comentario, Antonio. Un abrazo enorme :)

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Mientras duermes, una frente apoyada en el cristal del salón rumia barro. Han tiznado las estrellas con sarro, apenas yerra carne desalmada....