en uno de esos bares donde apenas
te tomas cuatro copas y las penas
transmutan por alquimia en desempacho,
se me acercó un tío y dijo: Muchacho,
vente, te ofrezco amor a manos llenas.
Y yo, tan fan de promesas ajenas,
sucumbí a sus ojos color pistacho.
Total, que piqué el anzuelo en su cama.
La luz me trajo a casa. Las certezas
pillaron a la resaca en pijama
cansada de coleccionar rarezas.
Y como no quería hilar un drama
salí a beber para olvidar tristezas.
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