Nadie sabe su edad.
Nadie quiere escuchar
el goteo de su llanto en el agua.
Solo que en Antemoesa maduran
desde hace tiempo las zarzas.
A lo lejos los marineros gritan
ahí va el loco soñando
con la eterna primavera de la vida y de los campos.
Los mismos carroñeros
que en un día lamieron
el brillo swaroskiano de su cola.
Ay si el escamado y ronco tritón
revelara los secretos de los hombres…
Pero sigue cantando para ellos.