lunes, 19 de febrero de 2018

Homo amans

Un hombre solo es hombre cuando ama.
Mientras tanto, socava tempestades,
despluma silencios y se derrama
por el opio negro de las ciudades.

Y al buscarse el metálico holograma
en el espejo, vislumbra verdades
mitad orangután, mitad escama
que viven deformando realidades.

Pero en el ángulo exacto de un beso,
tras el tibio tacto de los abrazos,
la cáscara se rompe en mil pedazos,

la piedra se transforma en carne y hueso.
Un hombre solo es hombre cuando enrama
en otro cuerpo su fragilidades.

Él

Es un laberinto rocoso
                                       bajo
la constante fragua de lluvia lenta.

Sus ojos, macerados en arena
verde, parecen dos
llamadores de ángeles
que invitan a la comunión sagrada.

Y mientras dibuja isobaras
en mis omoplatos, desaparezco
en su pecho y escucho
la magia de ciudades sumergidas:
locomotoras de vapor inician
su recorrido, se acercan zancadas
de gigantes, tambores excitados
presagian el combate.

Me acaricia las noches
                                        con su risa indecible.
                                              
Es una madeja líquida
                                      sobre
la paciente erosión de carne tibia.

El peluquero del pueblo

            ¿Sabía usted que la peluquería de mi padre fue el primer establecimiento del pueblo? Sí señor, antes que los bares y el ultramar...